17 de marzo de 2011

España - Hoces del Duratón (Segovia) - Senda larga

Caminante no hay camino...

Para terminar la visita por las hoces hago un pequeño salto en el tiempo, ya que después de visitar la Ermita de San Frutos nos fuimos de visita por pueblos segovianos, y a las hoces el día siguiente, pero el orden cronologico no siempre es el más adecuado para la narración.

La mañana volvió a salir llena de nubes y grisáceo el ambiente, con algunas gotas esporádicas, pero aún así decidimos que vamos a Sepúlveda para pedir información en la oficina para tal fin,  la Casa del Parque  (C/ Conde de Sepúlveda 34) y aunque ni es mucha ni es poca, la justa y que ya sabíamos, decidimos que vamos a intentar hacer la ruta por las hoces, para lo cual de nuevo lo primero es el avituallamiento, para lo que entramos en un bar cerca de la oficina y salimos con dos ricos bocadillos.  

Elegimos hacer la senda larga, del Puente de Talcano al Puente de Villaseca. Desde Sepúlveda se siguen las indicaciones "Hoces del Duratón" y se llega a un parking sobre tierra donde dejamos el coche y comienza la senda. 


El trayecto son 12-14 kilómetros (es que tengo los dos datos y no tengo claro la distancia con seguridad y durante el recorrido todavía se hace más confuso), así que de 24 a 28 kilómetros de ida y vuelta. Nuestra idea es caminar y disfrutar del paisaje, no nos hemos puesto meta de llegar hasta el final, dependerá del tiempo y de nuestras fuerzas. 

El puente romano de Talcano se encuentra al bajar la cuesta desde el aparcamiento, aunque agua debajo no hay.


Pasado este puente hay otro, entre pasarela y puente, por el que si discurre el agua debajo. Esta de la foto es más adelante del camino, que es más bonita.


La naturaleza caliza de las rocas ha propiciado la labor corrosiva del río, socavando el cañón con alturas en algunos puntos por encima de los 70 m.


El caminar va discurriendo tan pronto en una vereda estrecha pegada al río, sobre el que hay pequeños pasos-puentes (pocos). 


Con acceso a fuentes. 


Como de pronto el camino se sigue pegado a las paredes rocosas. 


Que se abre a grandes explanadas y el río se intuye pero no se ve y no se oye, solo en contadas ocasiones.


Vamos disfrutando del paisaje, de la naturaleza vegetal muy otoñal.




Descubriendo a un habitante animal, que estaba inquieta ante nuestra presencia, no dejaba de moverse y mirar continuamente hacia todos los lados, con lo que capturarla con la cámara tuvo su rato de paciencia y perseverencia (que no fueron mis cualidades).


Precioso el paisaje que tenemos ante nuestros ojos, y eso que hemos llegado tarde a la explosión del otoño, y sus colores no abundan ni son tan variados como hace dos semanas según nos contaron en el hotel. 


Las rocas, como en casi todas las hoces o cañones, toman la forma de castillo inexpugnable. 


Por algún lugar del camino se encuentran las ruinas románicas de la Ermita de San Julián, pero no es posible ni verla ni acceder a ella desde abajo; y con el tiempo amenazante decidimos no excursionar fuera de la senda. 


El buitre leonado tiene en las hoces una de las colonias de cría más importante de Europa.


El buitre desarrolla su ciclo reproductor en la primera mitad del año, puesto que tras un periodo de incubación de dos meses del, generalmente único huevo que ponen las hembras a primeros de enero, siguen otros cuatro hasta que el pollo inicia sus primeros vuelos. Por esta razón del 1 de enero al 31 de julio se debe solicitar autorización para transitar por las Zonas de Reserva en la Casa del Parque de Sepúlveda.


Nosotros hemos ido caminando sin pensar en kilómetros ni distancias ni objetivos, pero de repente llegamos a un puente, el puente del Villar, con unos carteles con indicaciones, desde el Puente de Talcano hemos realizado 6 km, y hasta el Puente de Villaseca quedan 4 kilómetros, con lo que a mí me han sisado como mínimo 2 kilómetros de esos 12-14 kilómetros de los que tenía en principio esta senda larga. 


Decidimos continuar pero a falta de unos 2 kilómetros (es lo que suponemos, a lo mejor estábamos al lado y era un suspiro o más lejos de lo que suponía nuestro optimismo) pensamos que era mejor emprender la vuelta. Una de las máximas que intentamos seguir en el campo es guardar fuerzas para la vuelta, que aunque siempre es más rápida y fácil es preferible no ir asfixiado o tener algún problema que impida la marcha. No fue fácil la decisión porque solemos ser bastante perseverantes, además estando tan cerca, pero mi marido iba con un buen catarro y a mí las rodillas de vez en cuando me flojean, si alguno de los dos se cuaja allí, con la poca gente que circulaba, la cosa se hubiera puesto complicada.


Cerca del puente de de Villaseca se encuentra la Cueva de los Siete Altares, de época visigoda, entre los años 414 y 711, que era utilizada como lugar de oración por los ermitaños de la zona. Ahora se encuentra cerrada con una verja para preservarla.
Tendremos que volver para completar la senda completa, o hacer la trampa de comenzar por el puente de Villaseca, ver la cueva y luego realizar otro recorrido de los que hay: la senda de los dos ríos, de 5 km, o la corta senda de la Glorieta, de 800 m. 

Un buen truco para no hacer el camino de ida y vuelta es tener dos coches, uno en el Puente de Talcano y otro en el de Villaseca. 

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