28 de mayo de 2012

España - La Alberca (Salamanca) - Casa Museo Sátur Juanela - Plaza del Padre Arsenio - El Humilladero - Ermita de San Antonio


El homenaje de un nieto a sus abuelos

Tras la visita a la iglesia nos quedan algunos puntos de la villa por conocer, pero antes de emprender este camino de salida entramos a visitar la Casa Museo Sátur Juanela, la casa de unos albercanos donde criaron a sus cuatro hijos y a algunos de sus nietos, entre ellos, Sátur, que  en colaboración con su esposa, devoción y buen saber han hecho una preciosa labor, para que los que no sepan lo que es vivir en un pueblo puedan conocerlo a través de las vivencias de los demás; y es que los pueblos ya no son lo mismo que fueron pero no hay que olvidarlos jamás. 

Las casas albercanas suelen ser de tres plantas, y los niveles se disponen en saliente, de modo que los grandes voladizos y aleros de las casas se juntan en altura produciendo sombra en el interior de la calle, aparte de una protección casi natural a la lluvia y la nieve. 

Se accede a la casa por la planta baja, que era donde se encontraban las cuadras, y que Sátur ha decorado con todo lujo de detalles, de aparejos de labranza y otras faenas, solo faltaban los animales. Aparte de encontrarse la taquilla para pagar la entrada, 2,5€, también hay una tienda de recuerdos, incluyendo artículos comestibles, como perrunillas y galletas. 


En el primer piso se situaban los dormitorios, que no sólo eran dormitorios al uso actual, eran salas multiusos. En el techo sobre las escaleras un hueco albergaba el llamado noque del estraperlo, donde se escondían los productos que llegaban de contrabando de Portugal, una manera más de ganarse la vida en unos años de pobreza o miseria o malas cosechas…de todo un poco. 

Hay dos grandes salas, la primera es la sala de adelante o de diario, donde destaca sobre todo a nuestros ojos de pueblo, un gran brasero, ¡la de tardes de invierno que habremos pasado comiendo pipas y frutos secos a su calor! y las historias contadas a su alrededor...letras de amor y cariño.


Alrededor de la sala hay tres huecos o salas, uno es la alcoba de diario (el de matrimonio Juanela, en la fotografía), otro es la alcoba del mozo (para los hijos mayores) y otro más pequeño era la alcoba de los niños, donde se colocaba la cuna, y ahora incluso tiene el detalle de un taca-taca de madera. 

Los colchones se rellenaban de vainas secas de judías, de envolturas de mazorca o de mazorcas, lo que no parece muy mullido, dato que Sátur que nos confirmó. Yo no conocí estos tipos de colchones, mi cuerpo recuerda los rellenos de lana de oveja, que había que golpear a menudo para que estuviera blanda y bien asentada para que no estuviera dura, pero creo que nada que ver unos con otros.

A mí estas habitaciones, pegadas a los muros me daban sensación de frío, a pesar del brasero colocado en el centro, que yo por la noche hubiera arrimado a mi cama haciendo trampas respecto al resto de los durmientes. 


En este primer piso, hacia el otro lado del pequeño pasillo, se encuentra la sala de atrás o sala buena, donde se celebraban los acontecimientos familiares: bodas, bautizos, comuniones…, donde no falta un detalle por colocar en la alacena o en las paredes. 


En esta sala hay otros dos pequeños huecos o salas en uno de los lados. El primero corresponde a la alcoba buena, que era el cuarto de huéspedes y también donde se cuidaba a los enfermos; el segundo es el cuarto de las patatas o despensa, donde se guardaban alimentos para agasajar en las celebraciones o visitas de los familiares o amigos. 

En el segundo piso casi todo gira en relación a la cocina y a los alimentos. La cocina, casi en el centro de la planta, está decorada cual si hubieran terminado de comer; un lugar donde encontrarse todos y donde contarse el día. Un cuarto trasero en esta cocina aloja la despensa


Hacia un lado de este piso se encuentra el que llaman campocasa, un espacio iluminado (aunque no lo parezca por la foto, pero es que el día era más allá de negro por las nubes y la lluvia) donde reunirse en torno a un brasero. Junto a la cocina era el corazón de la casa. En los muebles se exponía la loza más vistosa y mejor que poseía la familia. 


Desde esta sala se accede a un balcón, la solana, que aparte de tener vistas a la calle para ver qué pasaba en ella, se utilizaba para secar frutos y para ventilar la casa. 


El tercer piso, el sobrao, era almacén de alimentos y materiales, donde se realizaban varias tareas, y en las que Sátur proyecta un vídeo muy instructivo sobre la construcción de la casa, y las costumbres de La Alberca, que podrían ser de cualquier pueblo de la geografía española, con la diferencia de los trajes (que ahora son regionales y antes eran de diario) que se visten en unos u otros pueblos. 

Por un lado se encuentra el horno del pan, donde se cocía el pan para varios días, tanto de trigo como de centeno. 


Por otro, las mazorcas con las que rellenar colchones o hacer cestos con las envolturas, además de la elaboración de muebles y su labrado, a los que también se dedicaba el abuelo Juanela, éste era su pequeño taller. 



En y desde el piso de arriba se observan dos detalles alimentarios: por uno, las castañas, que con calor y humo se convertían en castañas pilongas porque se podían almacenar más tiempo que frescas, y por otro, la chacina, los embutidos, que se curaban y ahumaban con el humo del fuego de la cocina. El cuarto de la chacina se encontraba en el segundo piso, detrás de la despensa de la cocina. 


En el interior, una de las paredes nos muestra el entramado, no se ha enfoscado en la rehabilitación de la casa de blanco como era lo normal hacerlo para que podamos verlo. 


En la Sierra de Francia  en la artesanía destacan los trabajos de bordados, que se suelen lucir en los trajes típicos, pero también los típicos “paños de nuestras abuelas”. 


La casa está llena de múltiples detalles: los muebles, la loza, la ropa de cama, los utensilios, las puertas…hay que llevar los ojos bien abiertos y con ganas de descubrir cosas o de redescubrirlas para aquellos que las han conocido en sus pueblos, con sus abuelos. 

Gracias Sátur por tu labor, por tus recuerdos, por el hermoso homenaje a tus abuelos, por recordarnos nuestros orígenes y por hacernos partícipe de alguna manera. 


Pedirle a Sátur que os enseñe la “caja fuerte” de la abuela, aunque seguramente él lo hara al finalizar la visita, que termina con un chupito y una degustación de unas galletas pequeñas redondas que están para pillarse un empacho y unas perrunillas. 

Salimos del casco histórico de La Alberca nevando pero sin cuajar, por la calle del Tablado para llegar a la plaza del padre Arsenio, o plaza del Tablado, donde hay una cruz y unas columnas traídas del convento de Nuestra Señora de Gracia de la localidad de San Martín del Castañar.




En coche visitamos El Humilladero, al lado de la Ermita de San Blas, y la Ermita de San Antonio, situadas en las carreteras de circunvalación de La Alberca. 



Si Mogarraz tiene un encanto muy particular en su pequeño casco histórico, La Alberca lo tiene en un casco mucho más grande, y las dos son localidades a conocer en una visita por la zona, como lo son otras villas señoriales que iremos conociendo. 


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