21 de junio de 2012

España - San Martín del Castañar (Salamanca)


Nobles, castañas y un santo

Desde Cereceda de la Sierra nos dirigimos a San Martín del Castañar, donde la afluencia turística es mayor que en los pequeños pueblos por los que hemos estado, sobre todo en los puntos principales de la localidad, aunque no en el grado que lo es en La Alberca. La villa fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1982. 

Aparcamos fuera del casco urbano, por aquello de las calles estrechas, con lo que para entrar en San Martín tenemos que cruzar la vega huertana que  lo rodea, para finalmente entrar en estas calles medievales con las típicas casas de entramado de madera y barro o piedras, con balcones asomados a las calles. 


Llegamos a la Plaza Mayor, que gira en torno a una gran fuente, en cuya barandilla hay apoyada una colección de bonsáis, no sabemos si municipales o a título individual de los lugareños. La fuente era el clásico pilón, que antiguamente era el abrevadero para el ganado y también para abastecimiento de los habitantes. 


En uno de los lados de esta plaza se abre el gran soportal del antiguo palacio que poseía el Obispo de Salamanca antes de pasar estas tierras y esta población a manos del condado de Miranda. Actualmente alberga el Ayuntamiento, y en esa planta de soportales antiguamente se reunía el concejo. 



Al fondo de este soportal una escalera conduce a la parte alta de la población, donde se encuentra la alhóndiga y actualmente también hay  una cancha de deporte. 


Bajamos de nuevo a la Plaza Mayor y paseamos por sus calles, y lo que nos llama la atención en las casas de San Martín son las magníficas portadas, que delatan su pasado nobiliario, datadas entre los siglos XV y XVI. 



La calle principal desde la Plaza Mayor conduce hasta la iglesia


La portada de la iglesia es románico mudéjar, del siglo XIII, siendo reformada en los siglos XVI y XVII, destacando especialmente su esbelta espadaña. 


Rodeamos la iglesia, encontrando otra visión de la torre-espadaña y su balcón, así como rincones coquetos de las calles. 




Detrás de la iglesia por un lado se encuentra la plaza de toros, una de las más antiguas en piedra construidas en España, cuyas primeras referencias datan del siglo XVII. 


En esta plaza de toros destacan los burladeros de piedra originales, tapados ahora por unos de madera. Las aberturas de la piedra son fracamente estrechas, imposible entrar por ahí entrdito en carnes y huyendo de los cuernos de un toro. 



Por otro lado, al fondo de la calle se encuentran la antigua muralla que rodea las ruinas del castillo del siglo XV, a cuyos pies se asentó la población en un principio. 


Lo único que se mantiene en pie del castillo son dos muros de la torre del homenaje. 


El interior del recinto del castillo acoge el cementerio, un marco majestuoso para descansar en paz, aunque realmente no tanta paz porque se acude al castillo en plan turístico, pero no hace falta ser irrespetuoso con la visita y respetar tanto los que moran este lugar como a los que les presentan sus respetos.


Al estar situado el castillo en terreno algo más elevado se obtienen vistas sobre la zona alrededor de San Martín del Castañar, y es que en estas localidades de la Sierra de Francia uno de los alicientes es el emplazamiento, el paisaje. 



Entramos de nuevo en la villa y callejeamos un poco, que al fin y al cabo es de lo que se trata, aparte de ir buscando los lugares y monumentos que se lleven marcados, y por supuesto no faltan rincones coquetos de la arquitectura tradicional. 


Caminando salimos de San Martín del Castañar por el puente medieval sobre el río Canderuelo, del que no hay una fecha exacta sobre su construcción, aunque ya se le conocía en 1577,  y sobre él la calzada romana



Por la calzada se extiende un camino de Vía Crucis, pasando primero por la Ermita del Socorro





Más adelante se encuentra el Humilladero, que originalmente no tenía paredes y cobijaba una cruz, pero que por el viento, el frío y la lluvia se tuvieron que levantar los muros para proteger a los que lo visitaban y el interior también. 



A la derecha del Humilladero parte el camino de los huertos, bastante corto según las indicaciones del cartel de información, y a la izquierda parte el camino que lleva hasta La Alberca, y creo, pero no vimos ninguna señal de ello, a las ruinas del convento de Gracia, algunas de cuyas columnas vimos en la plaza del Padre Arsenio en La Alberca. No realizamos ninguna de estas alternativas de camino pero seguro que cada una de ellas, a su manera y grado, son gratificantes. 

Volvemos a entrar en la población por el camino del puente y volvemos a pasar por calles por las que ya hemos pasado, o por otras nuevas, pero siempre descubriendo su arquitectura, ahora ya con el sonido del ajetreo de los fogones que se van poniendo en marcha. 


Sobre las fachadas de las casas, al igual que en los portones, en los escudos también hay rastros del pasado nobiliario de la villa.


Salimos de Sa Martín del Castañar por donde entramos, por el camino que cruza las huertas, y algunos de sus balcones están adornados y coloridos con sus balcones de flores, detalle este que en primavera en estas casas serranas son uno de los atractivos típicos, pero como más que primavera parece que estamos en invierno es un espectáculo que nuestros ojos no han podido disfrutar en esplendor.




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